viernes, 4 de noviembre de 2011
Doppelgänger
Cada día se lavaba la cara y permanecía largo rato mirándose al espejo, preguntándose si llegaría el día en el que alguien amara a aquel ser que le devolvía la mirada...aquel ser pálido y ojeroso que se escondía tras el maquillaje y las falsas sonrisas. Débil...no había una palabra mejor para definir a aquel ser que esa, era la debilidad personificada. Gemía y lloraba, agonizando de dolor, encerrado en su cárcel de cristal, atrapado tras aquellos ojos impenetrables que escondían todo lo que había dentro. Oculto tras una perfecta sonrisa, tras el sarcasmo, tras la cortesía vacía, tras la fachada que ella había creado. Y como un animal enjaulado empuñaba sus barrotes y los golpeaba con furia, esperando en vano a que alguno de ellos cediese, tratando de abrir una pequeña fisura en el grueso muro de indiferencia que lo sitiaba y lo asfixiaba, rogando a Dios, a los dioses y a todo lo que se le ocurría que algo sucediese que le permitiera salir a la superficie, que algo detuviera el caos y la autodestrucción a los que su otro yo les estaba llevando. Gritando, aullando en silencio, derramando lágrimas ácidas que no hacían más que llenar su jaula de cristal, hasta que un día llegue a ahogarse en ellas y ya nadie habite el mundo al otro lado del espejo.
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