Aquella noche la volvió a ver. Hacía tiempo que no le atormentaban los sueños de épocas pasadas, pero había vuelto otra vez. Esta vez tenía el mismo aspecto que el día en el que la conoció, con su pelo corto alborotado alrededor de la cara redonda. No se movía, permanecía a los pies de la cama mirándolo con aquellos ojos grandes e inquisidores. Alargó la mano hacia ella pero la cama se alargaba con rapidez, haciendo que la distancia entre ellos fuer cada vez mayor. Ella sonreía, él lloraba. "No pude salvarte" decía, "siento no haber podido salvarte", pero las palabras no llegaban a ella, quedaban suspendidas en el aire una fracción de segundo para luego hacerse añicos contra el suelo de madera. Y ella seguía sonriendo con aquella cara infantil mientras él se ahogaba en palabras nunca dichas. Hasta que al final su fantasma desapareció, y él se despertó bañado en sudor y lágrimas y con un regusto amargo en la boca. No lo había conseguido, tampoco aquella vez había logrado disculparse.