domingo, 5 de febrero de 2012

Painless


Los sonidos del bosque no podían apagar los latidos de su corazón desbocado. Corría todo lo rápido que podía entre los helechos y los oscuros troncos que se alzaban sobre ella para sostener una frondosa cúpula vegetal que apenas permitía pasar la  luz de la luna. Pero las raíces húmedas y las hierbas resbaladizas hacían casi imposible seguir sin tropezarse, y las ramas más bajas se le enganchaban en la pequeña capa roja como garras implacables que no parecían querer soltarla. A medida que avanzaba se le hacía más difícil respirar, pues el aire que penetraba en sus pulmones era cada vez más denso, más húmedo, más asfixiante. Aún así continuó corriendo, dejando tras de sí un rastro de tela y sangre allí donde las ramas afiladas habían desgarrado su piel blanca.

No era capaz de verlo, pero lo sentía tras ella. Oía sus jadeos desesperados, sus pisadas ahogadas por la vegetación, olía el olor a muerte que desprendían sus fauces. Casi podía oír sus pensamientos...si es que aquella cosa podía tener pensamientos. La quería a ella, estaba hambriento y sabía que su carne era la cura perfecta para su malestar. Deseaba su sangre y sus huesos, ansiaba devorarla y nada iba a impedírselo. La chica se sentía cada vez más mareada, no podría seguir ese ritmo durante mucho tiempo. Al final acabaría alcanzándola y entonces ya no habría nada más, sólo aquellos ojos azules que veía brillar de vez en cuando a sus espaldas, sólo aquellos dientes blancos que resplandecían a la luz de la luna...sólo aquel aullido famélico. 

Y entonces ocurrió, tropezó con la raíz retorcida y elevada de un viejo sauce y cayó de bruces. Trató de levantarse, pero sintió un dolor insoportable en el tobillo derecho. Y las náuseas la hicieron convulsionar cuando vio su pie torcido en un ángulo de lo más antinatural. Ahora no podía moverse, y sentía cómo la criatura saboreaba su victoria. No tardó mucho en mostrarse ante ella. Era impresionante a decir verdad, toda su silueta parecía brillar en la oscuridad, una imponente figura que se alzaba  ante ella con los ojos clavados en su rostro, estudiándola, decidiendo dónde asestar el golpe mortal. La invadió el miedo, un miedo mezclado con admiración...aún estaba confusa cuando el lobo se abalanzó sobre ella con las fauces abiertas. 

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